lunes, 8 de septiembre de 2008

Mi primera esquela de tránsito

Lunes 8 de Setiembre, 2008.-

Mi primera esquela de tránsito esperé que llegara algún día, tal vez debido a una luz quemada, o a alguna maniobra temeraria al conducir; aunque sabré decir que esperaba me pasara por la primera de mis opciones... Esta noche, hace un momento, me hice acreedor de mi primera sabrosa multa de tránsito por conducir temerariamente, según el criterio del agente que me infraccionó, pero igual, aunque considero que lo que hice no fue del todo temerario, el agente tuvo tanta razón para clavármela, como yo para optar por ganármela. De hecho, este suceso me recuerda mucho las dichosas Leyes de Murphy, como aquella que dice, Si te despiertas de buen humor, siempre habrá algo que vuelva malo el día.

A eso de las 11 de la noche, salimos con rumbo a Soyapango, mi amigo Roberto y yo desde la oficina, un poco cansados por la faena diaria que llevamos en la oficina. Salimos, pasamos a una gasolinera a comprar unos cigarros y continuamos nuestra ruta sobre la Juan Pablo II. Cruzamos el semáforo de Metrocentro, y al llegar al semáforo que intersecta la Juan Pablo con la 33 calle, me detube ante el semáforo que me dio la luz roja. Esperé unos segundos, y continué la marcha con mucha precaución, debido a que esa intersección suele estar acompañada de mañosos güele pega que hacen de las suyas en dicha parada. Nosotros estábamos solos sobre la Juan Pablo y no había tránsito sobre la 33 calle, por lo que decidí reanudar la marcha con mucha precaución; y de la nada, zas! aparece una patrulla de tránsito de la Policía Nacional Civil (PNC), la unidad 01-1081, la cual prendió las lucecitas azules y rojas y me hizo luces para que me hiciera a un costado de la calzada.
Tras estacionarme, un amable agente, sin mayor plática, me pidió mis documentos y me dijo, -lo voy a infraccionar por pasarse el semáforo en rojo. Tomó mis documentos, y unos momentos luego apareció con la boleta preguntándome si la iba a firmar. Previo a la firma, opté por dos sabios consejos cortesía de mi hermana la Pastora, quien cierta vez me dijo que si alguna vez me ponían una multa, que revisara que todo estubiera bien en la boleta y que corroborara el número de gafete del oficial.

Luego de revisar y antes de firmar, muy tranquilamente le pregunto al señor agente: -Antes de firmar, dígame algo señor oficial; yo sé que me crucé en rojo, pero lo hice con mucha precaución y lo hice también debido a lo peligroso que es ese semáforo por las noches. En este caso, no aplicaría que no me esquele? A lo que el policía me respondió: -Una falta, independientemente de las circunstancias, es una falta, la va a firmar señor? Firmé la esquela y el oficial de tránsito me dejó en libertad de continuar, mientras hacíamos conjeturas con mi amigo sobre, de dónde apareció la patrulla y sobre los criterios de los policías a la hora de multar a la gente.

Es divertido, pues en mis días de conductor he sido fiel respetuoso de las leyes de tránsito, a tal grado que muchos de mis amigos me hacen burla al respecto. Produce risa el hecho que en la circunstancia más lógica del momento, me ganara una deliciosa infracción, que por cierto es de las más graves. En El Salvador, se considera mi acto como falta muy grave y se esquela con una multa de 57.14 USD. Me produce cierta cólera pagar esa suma por tratar de proteger a mi amigo, mi carro y a mi persona. Es absurdo, pero así funciona el sistema. El señor agente necesitaba llegar a su meta diaria de esquelas y yo fui el afortunado de la noche. Ni modo, a pagar la dichosa infracción, pues pronto me tocará refrendar la tarjeta del Chucho y debo estar libre de multas para que me sea extendida la nueva tarjeta de circulación.

Por cierto, para referencia pública, el número de gafete del oficial, es el 12512. Por si en el futuro tienen la suerte de ser multados por él, recuérdenle dos cosas: una, que debe ser atento y serio al infraccionar como lo fue conmigo; esto por si se les pone vayunco y brabucón; y dos, que lo hice famoso por este medio público y que espero la vida le devuelva con creces el apego a su labor como agente de tránsito. Al fin de cuentas, arrieros somos, y en el camino nos encontramos.


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