miércoles, 22 de octubre de 2008

Un nuevo paseo en Grúa

Miércoles 22 de Octubre, 2008.-

Hace algunas semanas, el Chuchomóvil fue confinado al garaje del taller para que su amigo el Colocho le hiciera algunas revisiones necesarias y obligatorias, como el chequeo anual del embrague, un afinado menor y una revisión de rutina del sistema de frenos. Todos estos ajustes y mantenimientos son parte vital para el buen funcionamiento del vehículo y claro, para mantener óptimos los niveles de seguridad del mismo. Todo venía de maravilla con mi carrito, el cual me había venido consumiendo menos gasolina luego de esta batería de servicios. Todo bien hasta ayer en la tarde que el carrito hizo algo inédito en el tiempo que hemos venido recorriendo juntos el asfalto y que me dejó pasmado.

Tras dejar a mis amigos Alex e Isaías en Plaza Mundo, regresé a mi casa haciendo una parada en el pinchazo que está en la entrada de la colonia donde vivo, pues antes de emprender la marcha desde la oficina hasta mi residencia, revisé las llantas y observé un hermoso clavo de charra ancha que se había incrustado en la llanta delantera izquierda. Por mi experiencia con estos clavos iracundos y las llantas Good Year que tiene mi Chucho como zapatos, sé que aguantan un pinchazo por varios kilómetros sin perder el aire, por lo que decidí traer al carrito hasta Soyapango para que le repararsen el agujero con un tarugo de hule.

Luego que el chico del pinchazo revisara la llanta, dispuse emprender la marcha para llegar a mi casa y guardar al Chuchomóvil en su garaje con sombra, pero el muy infame no quiso arrancar. Yo estoy consiente que debo reemplazar la batería del carrito, pero me decía mientras el muy vayunco se negaba a arrancar - Bueno, si ha venido trabajando tranquilo desde la ofi y ahora que estamos a pasos de casa se niega a arrancar! Por los síntomas que mostraba el carro, daba a entender que era un problema relacionado con el motor de arranque o de la batería, pero jamás imaginé que fuera un problema más grave, el cual me hizo volver a prescindir de los servicios de la grúa de ACES y que el Colocho le volviera a meter mano para repararlo.

Como el Chucho se negó a arrancar, opté por molestar a mi querida amiga Verónica, quien nos terminó halando con su Camioncito, de hecho estoy inmensamente agradecido con ella, pues yo sé que dejó de hacer quien sabe cuantas cosas sólo por venir a halar a mi necio Bólido Canino, el cual arrancó en la pendiente que lleva del acceso a la colonia hasta nuestros domicilios.

Con el vehículo en marcha, logré estacionarlo, lo dejé prendido por unos minutos, para luego hacer algunas pruebas de arranque y el carrito encendió sin problemas. Hice una revisión de contactos, limpié y ajusté los terminales de la batería, limpié el sistema de fusibles - por aquello de las dudas - y volví a probar y el ingrato Chuchomóvil encendió sin problemas. Lo dejé así y dispuse el descanso para el siguiente día.

Hoy por la mañana desperté más temprano para revisar que el carrito encendiera y si optaba por seguir de caprichoso, dejarlo en el garaje y llevarlo el fin de semana al taller, pero este arrancó sin problemas... salimos de casa, y nos incorporamos a la trabazón del Bulevar del Ejército rumbo a la oficina. Todo normal, hasta que llegamos al Reloj de Flores, cuando de súbito se escuchó un ruido al lado derecho del motor, un ruido similar al que hace una llanta cuando se despega el caucho de rodaje. - Hay mi Dios! una faja se reventó, fue lo primero que me dije, pero el carrito siguió con relativa normalidad, por lo que opté seguir adelante para no quedar en calidad de estorbo en la calle más transitada a las 7 AM en San Salvador. Cuando mi ruta alcanzó la zona de Puerto Bus, Sobre la Juan Pablo, el Chucho me sorprendió cuando encendió el piloto de freno y Batería, dándome a entender que se hallaba corriendo gracias a la carga neta de la batería y que el alternador había dejado de funcionar. Dispuse acelerar el paso, mientras el carro se calentaba, y logré llegar al parqueo de mi trabajo con los últimos amprerios que la batería logró surtir al sistema eléctrico del carrito.

Con el motor caliente, y luego de enfriarlo un poco con agua sobre el radiador, lo apagué y dispuse revisarlo con más detalle para determinar la falla que casi me deja tirado en el tráfico de la mañana. Con sólo abrir el capó, fue obvia la falla: Una de las fajas, la que hace que el alternador gire, se había reventado y las otras dos fajas, la de la transmisión y la del aire, estaban por hacerlo; cosa muy rara, pues recientemente le habían sido reemplazadas por el Colocho. Sin tanta vuelta, llamé a mi apreciada Doña Marina, para que me hiciera el favor de recibir a mi adorado Chucho, pues se lo enviaría montado en una grúa para que me lo reparara. En efecto, una hora más tarde, mi Bólido Canino se hallaba nuevamente sobre el lomo de un camión grúa, el cual lo llevó con bien hasta el taller, donde fue revisado y reparado con el tradicional profesionalismo de mis amigos del Taller El Moreno, donde mi carrito es llevado a sus controles y a curaciones como la de hoy, en la que el mecánico determinó que la rotura de la faja se debió al daño sufrido por la polea que fija la faja. Gracias a Dios, el problema no fue tan grave, porque al final del día me estaba reencontrando con mi querido Chuchomóvil, el cual me pegó un nuevo susto, esta vez no tan grave como el de la otra vez que nos vimos en la necesidad de montarnos en una grúa para llegar a casa.

Quiero felicitar a los chicos del taller por su eficiencia, a Don Walter, quien condujo la grúa de ACES, por llevar con bien a mi querido Bólido y claro, a mi querida amiga Verónica por el detalle de remolcarme con su Camioncito.


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