Sábado 4 de Octubre, 2008.-
Desde hacía varios días, mi hermana y yo veníamos organizando una travesía grande, una que jamás habíamos vivido en nuestras vidas como conductores, una aventura que ofrecía muchas nuevas experiencias, infinidad de paisajes, diferentes tipos de carretera, así como mucha pericia al volante para conducirla; en fin, un viaje extenuante pero excitante... un viaje que realizamos por la simple gana de vivir la aventura de viajar, conocer, compartir tiempo y claro, llegar sanos a destino para reunirnos con nuestra madre y traerla con bien a casa. Este fin de semana, tiramos la casa por la ventana para vivir el asfalto en un viaje que comenzó en la ciudad de Soyapango, en mi querido El Salvador, y finalizó en la pujante Tapachula, ciudad del sur de México en el hermoso estado de Chiapas.
Esta aventura inicia con los preparativos de ley, la planificación, el estudio de las rutas, y la obtención de mi parte de un permiso para ingresar al territorio Mexicano. Durante la semana, nos encargamos de todos estos detalles, consultando y revisando la ruta gracias al efectivo soporte de Google Earth, la revolucionaria herramienta que vino a hacer más chiquito a nuestro amado planeta. También mi hermana obtuvo un mapa de carreteras en la Embajada de Guatemala, y yo me hice presente en el Consulado de México para solicitar un permiso para ingresar en este país. Durante los días previos al viaje, mi hermana llevó a su mimada camioneta Lancer, La Chucha, como la llamo yo, para que estuviera en óptimas condiciones para el viaje de ocho horas y 550 kilómetros que separan a Soyapango con Tapachula. En el caso del Chuchomóvil, optamos por dejarlo en el taller ya que mi carrito en este momento no se hallaba en un estado como el exigido por esta aventura. Así que mi carrito se quedó celoso y molesto en el taller mientras su hermana La Chucha se ganaba los créditos de esta aventura y permitirme por primera vez, conducir fuera de mi querida patria.
Nuestro viaje comenzó a media mañana del sábado, en el momento que pusimos a cero el contador de kilómetros de La Chucha y emprendimos el viaje, saliendo de Soyapango, cruzando San Salvador por la Venezuela y Santa Tecla por el Bulevar Sur. Minutos luego nos hallabamos recorriendo la autopista que conecta la capital con la ciudad de Sonsonate y tras una hora de viaje, cruzamos el río Paz, frontera natural entre El Salvador y Guatemala. Tras hacer los trámites de aduana en la frontera La Hachadura, continuamos nuestro viaje ya en tierras Chapinas, recorriendo la Carretera del Litoral, la CA2 de Guatemala. Este tramo de la carretera está en perfecto estado, y aunque hay mucho tráfico de vehículos pesados, es muy placentera para el viajante, con inmensos cañales a la orilla de la calzada, muchos puentes y ríos, infinidad de aldeas y pueblos y muchos paisajes para deleitarse. Tras dos horas de conducción, mi hermana me cedió el volante para continuar el viaje hasta nuestra primera parada obligatoria: La Ruidosa ciudad de Escuintla, cabecera del departamento del mismo nombre. En esta ciudad nos detuvimos a almorzar, en un Pollo Campero, para luego continuar nuestro viaje por la CA2 Chapina hasta la ciudad de Mazatenango, donde devolví el volante a mi hermana luego de parar en una gasolinera en las afueras de la ciudad, donde cargamos el tanque de combustible de la Chucha, compramos algunas chucherías para nosotros y estiramos las piernas por unos minutos. Para el viajante sediento de carretera, comento que el tramo entre Escuintla y Mazate, como cariñosamente llaman los Guatemaltecos a esta hermosa ciudad, está en proceso de ampliación, por lo que sugiero conducir con prudencia ya que hay muchos tramos en pésimo estado, además de los peligros que ofrece la calzada en mención por los tramos que se están construyendo, la maquinaria que transita por la vía y la mala señalización que hay en la misma.
Nuestra travesía siguió por la CA2 Chapina, cada vez más alejándonos de la costa, rumbo al encuentro con la Panamericana, cruzándonos con lugares emblemáticos del sur Guatemalteco como Retalhuleu, Cuyotenango y la tímida ciudad de Pajapita. A medida que la ruta nos acercaba cada vez más al punto fronterizo entre Guatemala y México, nos acercaba también cada vez más a la Sierra Madre, cuyas elevaciones nos dieron un tramo con lluvia y mejores climas. Tras dejar atrás Pajapita, el imponente Tajumulco, que ostenta con orgullo el título de ser el volcán más alto de Centroamérica se dejaba ver a través del manto que las nubes del altiplano habían colocado a su alrededor. En este punto del viaje, el sol había hecho su diaria despedida ya, por lo que la carretera se volvió un poco más complicada, debido a lo remoto de la zona, las innumerables aldeas que hay en los últimos 50 kilómetros de carretera Chapina y a la mala señalización de la vía. Como apunte de viaje comento que el tramo entre Tecún Umán y El Carmen tiene muy buena asfaltada, pero debe conducirse con mucha prudencia, debido a que en cada una de las muchas aldeas a lo largo de este tramo, hay muchos túmulos, muchos de ellos sin señalización. Dejamos la CA2 en la desviación que conduce hacia la Ciudad Tecún Umán, puesto fronterizo con México, seguimos avanzando con rumbo norte, dejando atrás la ciudad de Malacatán, último poblado grande en nuestro recorrido que nos conduciría minutos luego, y tras un leve susto en un puente sin señalización, hasta el puesto fonterizo de El Carmen, más conocido como Talismán, como le llaman del lado Mexicano. Tras 7 horas de viaje, arribamos a la frontera, donde Centroamérica es dividida con México por medio del Río Suchiate. En este punto hicimos migración, furmigaron a la Chucha para poder transitar en México, y unos 20 minutos más tarde de finalizar nuestros trámites, estábamos ya entrando a la ciudad de Tapachula, la cual dista del punto fronterizo Talismán unos 20 kilómetros. Debido a la poca información que teníamos sobre esta ciudad, dimos un par de vueltas por la ciudad buscando primero el lugar donde nos encontraríamos con mi madre, quien a esta hora de la noche ya se hallaba viajando en autobús desde Cárdenas. Ella haría un viaje de 11 horas hasta Tapachula, luego de pasar unos días con mi hermana Marta, quien recientemente dió a luz a su primera hija. Luego que nos orientaran en una gasolinera, encontramos la Terminal de Omnibuses Cristobal Colón. Buscamos un lugar donde pasar la noche, y tras una cena que incluyó una orden de tacos malogrados y dos cervezas, dispusimos mejor tendernos a descansar, pues nos esperaba un largo viaje de regreso a casa.
Invito a continuar la lectura en la segunda parte de esta aventura sin rival, en nuestro viaje de regreso a casa.
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