lunes, 14 de enero de 2008

De paseo por el litoral

Domingo 23 de Diciembre, 2007.

Impresionante, hermoso, único es este país chiquito el cual no deja de convencerme con sus tantas bellezas reunidas en tan poco espacio. Por cierto, El Salvador, a quien dedico parte de mis aventuras, es un pedacito de tierra situado en la América Central. Cuenta apenas con menos de 21 mil kilómetros cuadrados. Dentro, cabemos unos 6.3 millones de Salvadoreños, cómo, vaya usted a saber. Aquí tenemos de todo un poco, menos nieve; y esta nota recorrerá un poco de nuestro atractivo más grande: Nuestras costas. Esta tierra está bañada por el Océano Pacífico y contamos con 325 kilómetros de playas para todos los gustos.

Dentro del ciclo de viajes junto a Verónica y su tía Antonia, dispusimos viajar hacia la costa, por la Autopista Comalapa, que conecta con el Aeropuerto, ya que Verónica me había exteriorizado su intención de llevar a su tía a la costa, específicamente en la zona de La Libertad y conducir por la litoral para disfrutar la belleza de los innumerables paisajes que hay a lo largo de la ruta, cruzar los túneles, caminar por el muelle del puerto de La Libertad y divisar los barcos en Acajutla. Así pues, me dispuse conducir al Chucho por la CA-2 con rumbo a La Libertad. Desde San Luis hasta el puerto de La Libertad, hay unos 30 kilómetros de carretera llena de rectas, con paisajes de cañales y maizales, gente que usa los arriates de la calzada para secar el grano al sol, todo esto, con ese aroma salino y el viento que viene de la costa. Luego de un rato arribamos al Puerto de La Libertad; cabe decir, que esta zona, es la favorita de los capitalinos cuando buscan sol, arena y playa, ya que las playas de La Libertad están a 25 minutos de la capital. Mucha gente viene en busca de un buen plato del menú del mar, otros buscan dejar el estrés en las playas, ya sea nadando, surfeando o simplemente jugando entre las olas.

Llegamos al casco urbano de la ciudad Puerto de La Libertad, donde hicimos una parada obligatoria, en el muelle, uno de los atractivos turísticos más visitados por la gente, ya que allí se puede adquirir casi cualquier clase de animal marino, desde bagres hasta calamares, degustar un ceviche recién hecho, o simplemente observar el fin del mundo desde la baranda al final del muelle mientras la brisa cargada de salitre refresca un poco el aplacable calor de la costa. Dejamos al Chucho y dispusimos caminar un rato rumbo al "muey" como llaman los porteños al Muelle. Ya en él, éste se vuelve un mercado en el que se ofrecen al visitante una gran variedad de productos, como souvenirs hechos de conchas y vértebras de tiburón; ceviches de pescado, caracol, calamar y camarones, cócteles de conchas, y otra gama de revoltijos únicos por su sabor y su exóticas mezclas. Yo en lo personal, me apresuré a comprar un cóctel de conchas con pescado, que a mi gusto, es uno de los sabores más celestiales de la tierra. Obviamente este manjar debe ser acompañado por una fría cerveza, pero por mi asignación de chófer designado opté mejor por no acompañar mi ceviche con nada, para evitar problemas, y para no caer en la tentación obviamente. Verónica y si tía anduvieron de arriba a abajo viendo los carretones cargados de pescado, y pudimos ver de primera mano, como era llevada al muelle una de las muchas embarcaciones artesanales que se dedican a la pesca en las aguas cercanas al puerto. Según mi amigo Jorge Ángel, el aparato usado para izar o bajar las naves es llamada la wincha, derivado de la palabra inglesa Winch, que básicamente es una grúa accionada por Diesel, la cual hala una cuerda de acero para subir o bajar las naves junto a sus intrépidos tripulantes. Luego del espectáculo, volvimos al extremo donde el muelle se une a la tierra firme. Allí, Verónica y su tía Antonia observaron a los mercaderes limpiar y preparar los animales producto de la pesca, para su comercialización. Vimos como hacían lonjas una mantarraya, y como se realiza la venta de la carga por parte de los pescadores a los vendedores del muelle. Allí, como dije, se puede hallar casi cualquier cosa, punches, huevos de tortuga, pescado seco, camarones y una cantidad inmensa de peces, moluscos y otros aminlaes del mar. Dejamos el bullicio del muelle para retomar carretera, sin antes degustar un delicioso coco, bueno para los riñones y también para el calor. minutos más tarde, estabamos en ruta de nuevo con rumbo a Acajutla, en un recorrido que se caracteriza por sus hermosos paisajes, la sinuosidad de la calzada y los accidentes que ésta carretera se cobra anualmente por la irresponsabilidad de muchos conductores. Esta ruta, al igual que la del Cerro Verde, tiene a bien varios miradores en puntos de belleza sin igual del litoral, donde se pueden observar con mucho detalle, los accidentes geográficos que el océano ha esculpido en la roca, creando playas hermosas y acantilados desafiantes. Las costas de mi país tienen la peculiaridad de estar sobre la unión de las placas geológicas de cocos y la del Caribe, y el constante movimiento de estas, han formado playas espectaculares y una cordillera que está literalmente al pié del océano. Este capricho de la naturaleza, da esa personalidad sinuosa a la vía, la cual tiene 5 túneles los cuales están a escasos metros de la costa, los cuales fueron esculpidos en la roca sólida y que son una experiencia sin rival en mi tierra. Un claro ejemplo de esta curiosidad, la presenta el túnel número 4, el cual realmente puede observarse desde uno de los miradores. El viajante queda atónito al ver que dicha obra está al borde del océano, un espectáculo digno de detenerse a contemplar y disfrutar. Al salir del último túnel, se acaba también el recorrido sinuoso y poco a poco la CA-2 se va alejando de la costa, se vuelve recta y menos peligrosa. En este punto la carretera llega a alejarse del mar hasta unos 6 kilómetros. Minutos luego, el paisaje cambió drásticamente, cambiando el aroma y la vista de la costa por pastizales, cañales y fincas. Frondosos Arboles adornan también el paisaje dando una sombra perfecta a la calzada, pues el sol de medio día hace estragos en la vista del conductor. Poco a poco, la ruta se volvió más transitada, y tras media hora de viaje entroncamos con otra vía, la cual nos conduciría a nuestro próximo destino: El puerto de Acajutla. Este es hasta nuestros días el punto de conexión marítima de El Salvador con el mundo. Anualmente recibe miles de toneladas métricas de productos de todos los rincones del mundo y envía cierta cantidad anual, la cual se resume en productos procedentes de la maquila de ropa, productos procesados, café, azúcar, y otra variedad de productos. Pronto, este legendario puerto será superado por el mega puerto de Cutuco, en La Unión, donde el gobierno pretende establecer un centro logístico regional. Acajutla tiene una inmensa planta de refinación de crudo, para abastecer la demanda local de hidrocarburos, y en los últimos años, varios cruceros internacionales se han detenido aquí con gentes de todos los rincones de la tierra para observar las bellezas que mi país tiene. Llegamos a la ciudad de Acajutla y luego de unas vueltas llegamos al muelle artesanal, único lugar que puede ser visitado sin tanto trámite. Desde allí se observan los buques cargueros, los tanqueros que traen petróleo y las grúas que cargan y descargan contenedores de los barcos. En el muelle artesanal, donde los pescadores descargan la pesca diaria, hay un hermoso mirador plantado sobre un malecón desde donde se puede observar el tránsito de las naves y las operaciones del puerto, así como algunas vistas de la ciudad de Acajutla. Dejamos el puerto a media tarde, buscando la ciudad de Sonsonate, a diez minutos del puerto, lugar donde almorzamos en el Señor Pollo, una tradición en Sonsonate y descansamos un momento previo al viaje a San Salvador, un viaje tranquilo en una ruta llena de paisajes, con cañales que susurran y las hermosas vistas del Izalco, mi volcán favorito.

Este viaje, lleno de mar, sol e incontables paisajes ha sido una aventura única en su genero, agradezco como siempre a Verónica por compartir sus locuras conmigo, y a la Tía Antonia, por dejarse cuidar por mi persona y dejarse llevar por El Chucho. Dejo una galería completa de imágenes, las cuales pueden degustar en mi álbum de Picasa dedicado a este viaje.

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