lunes, 7 de enero de 2008

El Chucho Herido (A veces es malo enamorarse)

Jueves 29 de Marzo, 2007.

Una de las experiencias más raras que me han sucedido ha sido la del accidente doble que sufrí a finales de marzo de 2007. Quizás se deba a que me sentía enamorado, a que estaba a full con el estrés laboral, o que simplemente andaba felizmente en las nubes por los sucesos que me pasaron en esos días que me accidenté con el Chucho y me ensarté un desarmador en el dedo anular derecho; todo eso en menos de dos horas.

Ese jueves, típico de marzo, soleado, caliente y para variar lleno de estrés, me dirigía desde mi escritorio hasta la bodega donde laboro. Previo al viaje, mi jefe me había hablado de un posible bono por mi labor al final del proyecto que estoy administrando. Además me hallaba muy alegre por ciertas nociones de amor y cariño que me regalaron ciertas manos y un granito de café días atrás. También me afectaba de cierta forma el estrés del trabajo y otras cosas cotidianas de mi vida. Todo eso infundió para que me sintiera como en las nubes con una alegría muy grande y con ganas de regalarle un poco a la gente.

Bien, llegué a la bodega como suelo hacerlo, y los custodios del inmueble no me dejaron parquear al Chucho donde suelo hacerlo. Me tocó parquearlo cerca de un furgón que estaba estacionado cerca de la rampa de acceso a la bodega. Casualmente, días atrás, se me había quebrado el espejo retrovisor del lado izquierdo y no había podido llevar el carro a que le pusieran otro; muy despacio, llevaba el carrito de reversa para colocarme contiguo a la rastra, con el espejo roto tenía mala vista del camino y no pude ver un promontorio de ripio a mi izquierda. Por prestarle atención al ripio, no observé a tiempo cuando el vidrio trasero impactó con la rastra.

Me dio risa, pues el golpe no fue fuerte, iba muy despacio, pero la presión fue suficiente para que el vidrio se rompiera y quedara inservible. -Ni modo, algo debía. Con la pasada del vidrio y la búsqueda de un reemplazo en mente, subí a la bodega a atender mis obligaciones. Teníamos que abrir una caja con mi auxiliar y con los nervios un poco flojos no me fijé en que momento el desarmador se soltó del seguro que estaba tratando de romper y por la fuerza que le estaba haciendo, se me regresó para ensartarse en mi dedo anular derecho. Mauricio, mi auxiliar tomó el vehículo de la empresa y me llevó como un bólido al hospital donde una atenta y hermosa doctora me suturó el dedo, dejándome dos hermosas puntadas, recuerdo del día que el chucho quedó herido al igual que su dueño.

Al siguiente día llevé a mi amigo a que le pusieran un nuevo parabrisas y claro, un nuevo espejo lateral izquierdo.

De ese suceso doblemente trágico pero divertido, me quedó una buena moraleja. No te enamores ni te ilusiones cuando tu carro no tiene bien un espejo.

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