domingo, 6 de enero de 2008

Un Viaje Entre Cafetales y Montañas

Domingo 25 de Marzo, 2007

Con muchas ganas de quitarme el estrés, quemar gasolina y respirar aire puro, preparé anoche a mi querido Chuchomóvil para que me llevara por las hermosas rutas del occidente de mi país. Esta mañana pasé a recoger a mi amiga Anita, a quien le había prometido un viaje que le refrescara el alma y le estremeciera los sentidos. Fue así que tomamos carretera rumbo a Santa Ana, en un viaje que prometía estar a la altura de una crónica como esta.

Hasta Santa Ana todo era conocido para mi co-piloto, quien iba muy animada por los paisajes y la música que llevábamos para el viaje. Luego de descansar unos minutos en El Congo y pasar Santa Ana, me desvié de la Panamericana, y al tomar la ruta de Los Naranjos, le digo a mi compañera, -baja el vidrio y prepárate para una experiencia única en su género. Abre ojos, nariz y luego el gusto y disfruta del viaje.

Mientras ascendíamos por la ruta con rumbo a Los Naranjos, el clima se tornó más fresco y la carretera se prestaba para conducirla con una sonrisa en el rostro. Entre flores, árboles y gente a las orillas de la calzada, llegamos al primer punto de interés del viaje. Me detuve frente al parque del municipio de Los Naranjos para sentir el aroma de la montaña y deleitar la vista con los paisajes de los cerros adyacentes. Mercy asombrada por la belleza y la humildad del lugar, me dice, "Uno realmente no necesita salir de este país para ver cosas tan lindas" Minutos más tarde, estábamos en ruta de nuevo, buscando mi segundo punto de interés de la ruta, que por cierto, era una especie de sorpresa para mi acompañante, a quien solo le dije que se preparara para un viaje sensorial. Llegamos a la Cooperativa San José de La Majada, en las cercanías de Juayúa. Dado que nos movíamos en la zona de cultivo de los mejores cafés del país, era obvio detenerse a conocer un poco sobre la historia y por que nó, deleitarnos con una necesaria tacita de café. Cabe aclarar, que el mentado Museo del Café no es la gran cosa, pero, para mi propia sorpresa, en ese lugar me tomé la mejor taza de café de mi vida, y no es tanto por el sabor o la calidad del café mismo, más bien por el concepto que la gente de la Cooperativa le ha dado a su oasis de relax: llegas al lugar, pides tu café "Majada", y te lo llevan a un jardín lleno de pinos, y otros árboles, bajo cual sombra han dispuesto mesas de madera y hamacas para que los visitantes disfruten del clima templado del lugar y escuchen el susurro de los pinos mientras degustan una humeante taza de café. Nos acomodamos en una mesa, y nos llevaron el café. He de decir que la mezcla del café, el clima, el bosque, un cigarrito y obviamente la compañía, fue perfecta. Esa gente se ha lucido con ese concepto tan relax, que invita a quedarse allí oyendo el canto de los pinos, los pajaritos, sintiendo el aire fresco entrar en los pulmones mientras se disfruta del café y la compañía.

Desgraciadamente, había que seguir la ruta, llegando al medio día a la hermosa ciudad de Juayúa, donde los nacionales saben se desarrolla el festival gastronómico de la ciudad cada fin de semana. Allí, los pobladores hacen de su mejor esfuerzo por servir al local y al foráneo una cálida variedad de comidas y bebidas, así como algunas diversiones que incluyen paseos en caballos o burritos, carruajes y un trencito que te lleva por el pueblo. Entramos a la iglesia de Santa Lucía, donde se venera al Cristo Negro de Esquipulas, acto seguido, nos dimos un tour por el centro de la ciudad y luego de buscar donde sentarnos, dispusimos almorzar. En mis anteriores viajes a esta ciudad, me he dado a la tarea de apadrinarle el almuerzo a un chucho del pueblo. Esta vez, un singular cuadrúpedo se nos pegó y con mucha paciencia esperó y esperó hasta que nosotros terminamos nuestra comida. Al final el perrillo obtuvo su platada de sobras y se ganó la foto del viaje.

Más tarde, luego de la digestión, tomamos carretera otra vez, esta vez, con rumbo a Apaneca, por la ruta de las flores, la cual nos tenía una hermosa sorpresa en su recorrido. Entre las ciudades de Juayúa y Apaneca, el Ministerio de Turismo ha construido un mirador con vista a los imponentes volcanes y montañas de la sierra Apaneca-Ilamatepec. Desde ese punto a unos 1600 m.s.n.m. la vista se deleita con el paisaje único de los volcanes, los cafetales y los beneficios cuyos techos rojos contrastan con el verde intenso del bosque. Apaneca no lo visitamos, es un pretexto para volver otro día y lo pasamos de largo. minutos luego, estábamos ya de regreso pasando por la ciudad de Ahuachapán y luego de un descanso en Chalchuapa, nos regresamos llenos de indescriptibles sensaciones a la capital.

Terminamos nuestro "journey" viendo el atardecer en Santa Elena, en el punto de encuentro del parquecito de Madreselva, momento para estirar las patas y darle un último vistazo -desde lejos- a mis queridos volcanes, una de las más hermosas y mágicas zonas de este mi adorado terruño.

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