domingo, 4 de mayo de 2008

El Aeropuerto y sus incontables historias

Sábado 3 de Mayo, 2008.-
Antes que otra cosa, quiero agradecer a mi amigo Isaías y su novia Doris, por la confianza depositada en mi persona y en mi querido Chucho durante este importante viaje.
Esta mañana, muy temprano dispuse preparar al Chucho para un viaje más, uno que realicé junto a Isaías y su novia Doris, un viaje al Aeropuerto Internacional El Salvador, pues Isaías confió en mis manos el llevar a su novia al aeropuerto, ya que por lo apretado que está la situación económica del país, ella decidió hacer sus maletas y devolverse al norte a trabajar para hacer un poco más de plata y subsistir mejor. Esta es una de las cientos de anécdotas que el Aeropuerto contaría si pudiera hablar, y dado que comparto una gran amistad con mi amigo El Mashisho, con mucho gusto cogí el volante por su novia y él, y a la vez me conmovió el hecho de la separación de esta singular pareja.

Nos hizo un buen viaje, muy cómodo, con poco tráfico y sin retenes policiales en la zona de Olocuilta. Llegamos muy temprano al aeropuerto, así que luego de confinar al Chucho a un lugar en el parqueo del lugar, buscamos un sitio donde esperar y platicar un rato sobre cualquier cosa que nos hiciera olvidar la espera y la despedida forzosa. No voy a hablar más del tema de las despedidas por respeto y admiración a mi amigo, pero si deseo conversar sobre las imágenes que se viven en este lugar, especial para muchos, inolvidable para otros, fuente de empleo para otros más y obviamente motivo de alegría y tristeza para todos los que de una u otra forma hemos puesto pies en los pasillos del Aeropuerto.

Es interesante el montón de historias de despedidas y reencuentros que se dan aquí; familias que pierden a un miembro que decide partir en busca de mejores oportunidades, personas que transitan los aeropuertos del mundo por motivos laborales, la gente que viene y va, los que hacen la limpieza, los taxistas y los empleados de las aerolíneas, todos tenemos algo que contar. En lo personal, he trabajado por varios años reparando los equipos informáticos de algunas de las líneas aéreas, he ido a dejar y recoger a muchas personas, parientes, amigos, y como les digo a las personas que vienen al país a trabajar conmigo o con alguien de la empresa para la que laboro, emisarios de otros países que se toman la molestia en venir a enseñarnos algo y a compartir un poco de la cultura de sus lugares de origen.

En mis años como técnico de aeropuerto, vi tantos reencuentros, tanta gente llorar por la separación o el reencuentro. Me encanta ver los camiones llenos de parientes y amigos de la persona que llega del norte a pasar la Navidá o se deja venir con un par de Dólares ahorrados buscando sosegar la nostalgia de la tierra que añora y la familia que extraña. Anita me acompañó a recoger a un colega que viajó desde su natal Argentina, en un viaje de inspectoría que hace uno de los clientes de la compañía para la que laboro, recuerdo que ella y yo portabamos unos rotulitos con el nombre del foráneo, tal y como se ve en las películas gringas, he sido parte de la partida y retorno en los numerosos viajes que he hecho, y sabré decir que es inmensamente agradable para el alma, salir de las aduanas y encontrarte con tus seres queridos.

* * * * *

Mientras esperábamos la partida de Doris, pude contemplar alegrías, tristezas, sueños, pedidos de parientes, gente que entra, gente que sale y gente que trabaja. Muchas personas con boleto en una mano y un puñado de ilusiones en la otra, se lanzan a la aventura del viaje, muchas veces a lo desconocido, otras tantas, como la de esta imagen, son viajes de regalo que los hijos hacen a sus padres cuando aquellos pueden costearle ese regalito a sus progenitores. En este caso, las personas llevan un brillo especial en los ojos, y un tanate de curiosidades y souvenirs para los parientes y amigos que esperan el arribo en alguna ciudad del norte. En mis viajes, he notado que sólo en nuestras tierras se da ese fenómeno de llegar en camiones a dejar o a recoger a alguien. Quizá somos demasiado sentimentalistas, pero es un lindo gesto para el viajante. Solo nosotros los latinos tenemos esa clase de arranques de alegría y de entusiasmo.

Al medio día Doris e Isaías se despidieron con un beso que me tomé la molestia de contemplar y guardarlo para mi catálogo de experiencias, un beso triste con sabor a tristeza. Nuestro viaje de regreso a San Salvador, un viaje cómodo y caluroso, en el que mi amigo divagó la mente con sus nuevas tristezas, y con los sueños que a partir de hoy, pueda sean un poco distintos para mi amigo amante de los Pastores.

*Con cariño a mi querido Isa.

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