domingo, 20 de enero de 2008

Suchitoto: Las Bellezas del Pájaro Flor

Viernes 26 de Enero, 2007.

Sin duda alguna, uno de los lugares más hermosos de este país, es la ciudad de Suchitoto, un pueblo lleno de belleza, romanticismo y claro historia en cada rincón, esquina y hasta en sus calles empedradas. Junto al Chucho, he tenido la oportunidad de visitar la ciudad varias veces, ya sea por trabajo como por placer y no me canso de decir tanto a locales como a foráneos que es un punto básico a revisar en el mapa de cualquier vagabundo sediento de nuevas experiencias y con ganas de oír y saborear la historia de primera mano.

Capital de la República durante la época de la Patria Grande, icono de luchas de todo tipo en el pasado, productor de añil y actual ciudad colonial, la ciudad del Pájaro Flor, se encuentra a 58 kilómetros de San Salvador, en el extremo norte del departamento de Cuscatlán. Es bañado por el padre Lempa, y desde la ciudad puede deleitarse con hermosas vistas hacia el ahora Lago Suchitlán. Este lago es un reservorio de agua formado por la presa del Cerrón Grande, una de las 4 que hay en el recorrido de 320 Km del Río Lempa, el más largo del país y también el más largo río de las Américas con desembocadura en el Pacífico.

Suchitoto ofrece al visitante un aire de tranquilidad, una gama de vistas de todo tipo, calles empedradas, arquitectura colonial con casas pintadas con cal y techos de teja, balcones hermosos y puertas de madera, y claro, la hermosa Iglesia de Santa Lucía, la cual data del siglo XVII, construcción que en lo personal es una de las joyas más bellas de la arquitectura colonial Salvadoreña. He tenido la oportunidad de explorar la ciudad, de la cual me enamoré en mi primera visita, junto a mi hermano Roberto y mi amigo Hugo Buitre en 1994, cuando la visité por primera vez cuando andaba en las vueltas de aprender a tomar fotografías. Dado que fue severamente golpeada por la guerra civil que finalizó en 1992, Suchitoto inició un lento proceso de reconstrucción hasta llegar donde se encuentra en nuestros días, una bella ciudad que atrae a aquel que busca un poco de tranquilidad e historia.

Los atractivos de la ciudad, básicamente la iglesia de Santa Lucía, el Teatro de Las Ruinas, Proyecto del cineasta e historiador Don Alejandro Coto, oriundo de la ciudad e impulsor del proyecto histórico de la ciudad, quien tiene a bien un humilde museo de palabra e imagen en su casona de las afueras de la ciudad. He tenido el placer de entrar a su casa y empaparme de la palabra del Señor Coto y disfrutar del oasis de su
casa, un santuario cultural lleno de belleza y originalidad la cual sugiero como parada obligatoria al visitante. La noche de Suchitoto también es muy romántica y tiene para aquellos que se enamoran de la ciudad, su cielo estrellado y su quietud una variedad de hoteles para todos los gustos y bolsas.

El Lempa, que para los Lencas, indígenas de la zona significa "La Vida" baña la ciudad y en sus riberas hay un sitio turístico llamado Puerto San Juan, donde el visitante puede abordar una lancha y dar un paseo por Suchitlán, deleitarse con la cocina basada en la pesca del lugar y también se puede abordar el ferry que parte desde allí, cruzando Suchitlán y desembarcando en las playas del departamento de Chalatenango.

Que más puedo
decir de esta hermosa ciudad, que tomemos ruta y la visitemos pues realmente vale la pena deleitarse con las bellezas únicas de esta ciudad única que enamora al visitante con sus calles empedradas y su historia.




















viernes, 18 de enero de 2008

San Pedro Perulapán: Un lugar con mucha historia.

Sábado 5 de Mayo de 2007.

Uno de los más cautivantes viajes junto a mi querido bólido canino, fue la visita al pueblito de San Pedro Perulapán, la cual tiene un valor histórico grande para aquellos que somos seguidores de la época de la Patria grande Centroamericana y de todos los movimientos políticos y sociales que se dieron en esa época envidiable, por lo menos para mi. Tiempos de cambios, de anarquías, de indecisión, matizados con los aromas únicos de la pólvora y de la libertad.

San Pedro Perulapán es un pequeño pueblito escondido entre los cerros del departamento de Cuscatlán, a solo 25 minutos al oriente de la ciudad capital. Para cualquier mortal visitante, San Pedro podría no tener nada más que ofrecer, pero para aquellos que amamos la historia, hay un referente único ya que en ese singular lugar, se dio una de las últimas batallas de nuestro paladín y héroe personal, Francisco Morazán. Remontémonos a aquellos días, un 25 de Setiembre de 1839, en los cuales la patria grande Centroamericana y sus sueños de unión y libertad pendían de un hilo. Francisco Morazán, militar y presidente por varios períodos de las Provincias Unidas de Centroamérica, reúne una tropa de por lo menos 600 hombres para dispersar una turba de 2000 soldados enviados por el general Francisco Ferrera, entonces jefe de estado de Honduras, con la finalidad de acabar con los últimos focos unionistas en El Salvador. Morazán, quien en ese momento de la historia fungía como Jefe de estado de El Salvador, se atrinchera en la villa de San Pedro y repele a los enviados, mandando a los remanentes rumbo a Honduras. Por cierto, A ferrara se le atribuye el crimen más infame de la época, el de apoyar a capa y espada la disolución de La Patria Grande.

Cuenta la historia, que uno de los rebeldes, durante la huida, entró a la iglesia y confundió la imagen de San Pedro apóstol con una estatua de Morazán y le disparó. Hoy en día aún se conserva dicha imagen y el traje con el agujero que dejó la bala del confuso iracundo. Otra historia interesante, relacionada con este suceso es la de que San Pedro bajó de su trono para combatir junto a Morazán, fue herido en batalla y por eso es que tiene la herida de bala en el pecho.

Sea cual sea la historia, esta, la batalla de San Pedro Perulapán, fue la última que ganó nuestro héroe, ya que sus ideales se vinieron a pique luego de su exilio a Perú y su fusilamiento en San José de Costa Rica, el 15 de Setiembre de 1842. Irónicamente, ese mismo día, se celebra la independencia de las cinco naciones que un día fueron una sola patria, y que espero algún día pueda ser una realidad, para rendirle un merecido tributo a este hombre lleno de ideales y sueños de libertad.

Creo fielmente que la historia es el mejor referente de una nación, nuestro pequeño terruño cuenta con muchos sitios escondidos esperando ser descubiertos, y me produce mucha alegría saber que existen y que puedo compartirlos con ustedes.

Los dejo con esta frase del Ilustre Morazán, Hondureño de cuna, Centroamericano de corazón, Salvadoreño por adicción: “La educación es el alma de los pueblos y abono de los ejércitos de la libertad.”

lunes, 14 de enero de 2008

De paseo por el litoral

Domingo 23 de Diciembre, 2007.

Impresionante, hermoso, único es este país chiquito el cual no deja de convencerme con sus tantas bellezas reunidas en tan poco espacio. Por cierto, El Salvador, a quien dedico parte de mis aventuras, es un pedacito de tierra situado en la América Central. Cuenta apenas con menos de 21 mil kilómetros cuadrados. Dentro, cabemos unos 6.3 millones de Salvadoreños, cómo, vaya usted a saber. Aquí tenemos de todo un poco, menos nieve; y esta nota recorrerá un poco de nuestro atractivo más grande: Nuestras costas. Esta tierra está bañada por el Océano Pacífico y contamos con 325 kilómetros de playas para todos los gustos.

Dentro del ciclo de viajes junto a Verónica y su tía Antonia, dispusimos viajar hacia la costa, por la Autopista Comalapa, que conecta con el Aeropuerto, ya que Verónica me había exteriorizado su intención de llevar a su tía a la costa, específicamente en la zona de La Libertad y conducir por la litoral para disfrutar la belleza de los innumerables paisajes que hay a lo largo de la ruta, cruzar los túneles, caminar por el muelle del puerto de La Libertad y divisar los barcos en Acajutla. Así pues, me dispuse conducir al Chucho por la CA-2 con rumbo a La Libertad. Desde San Luis hasta el puerto de La Libertad, hay unos 30 kilómetros de carretera llena de rectas, con paisajes de cañales y maizales, gente que usa los arriates de la calzada para secar el grano al sol, todo esto, con ese aroma salino y el viento que viene de la costa. Luego de un rato arribamos al Puerto de La Libertad; cabe decir, que esta zona, es la favorita de los capitalinos cuando buscan sol, arena y playa, ya que las playas de La Libertad están a 25 minutos de la capital. Mucha gente viene en busca de un buen plato del menú del mar, otros buscan dejar el estrés en las playas, ya sea nadando, surfeando o simplemente jugando entre las olas.

Llegamos al casco urbano de la ciudad Puerto de La Libertad, donde hicimos una parada obligatoria, en el muelle, uno de los atractivos turísticos más visitados por la gente, ya que allí se puede adquirir casi cualquier clase de animal marino, desde bagres hasta calamares, degustar un ceviche recién hecho, o simplemente observar el fin del mundo desde la baranda al final del muelle mientras la brisa cargada de salitre refresca un poco el aplacable calor de la costa. Dejamos al Chucho y dispusimos caminar un rato rumbo al "muey" como llaman los porteños al Muelle. Ya en él, éste se vuelve un mercado en el que se ofrecen al visitante una gran variedad de productos, como souvenirs hechos de conchas y vértebras de tiburón; ceviches de pescado, caracol, calamar y camarones, cócteles de conchas, y otra gama de revoltijos únicos por su sabor y su exóticas mezclas. Yo en lo personal, me apresuré a comprar un cóctel de conchas con pescado, que a mi gusto, es uno de los sabores más celestiales de la tierra. Obviamente este manjar debe ser acompañado por una fría cerveza, pero por mi asignación de chófer designado opté mejor por no acompañar mi ceviche con nada, para evitar problemas, y para no caer en la tentación obviamente. Verónica y si tía anduvieron de arriba a abajo viendo los carretones cargados de pescado, y pudimos ver de primera mano, como era llevada al muelle una de las muchas embarcaciones artesanales que se dedican a la pesca en las aguas cercanas al puerto. Según mi amigo Jorge Ángel, el aparato usado para izar o bajar las naves es llamada la wincha, derivado de la palabra inglesa Winch, que básicamente es una grúa accionada por Diesel, la cual hala una cuerda de acero para subir o bajar las naves junto a sus intrépidos tripulantes. Luego del espectáculo, volvimos al extremo donde el muelle se une a la tierra firme. Allí, Verónica y su tía Antonia observaron a los mercaderes limpiar y preparar los animales producto de la pesca, para su comercialización. Vimos como hacían lonjas una mantarraya, y como se realiza la venta de la carga por parte de los pescadores a los vendedores del muelle. Allí, como dije, se puede hallar casi cualquier cosa, punches, huevos de tortuga, pescado seco, camarones y una cantidad inmensa de peces, moluscos y otros aminlaes del mar. Dejamos el bullicio del muelle para retomar carretera, sin antes degustar un delicioso coco, bueno para los riñones y también para el calor. minutos más tarde, estabamos en ruta de nuevo con rumbo a Acajutla, en un recorrido que se caracteriza por sus hermosos paisajes, la sinuosidad de la calzada y los accidentes que ésta carretera se cobra anualmente por la irresponsabilidad de muchos conductores. Esta ruta, al igual que la del Cerro Verde, tiene a bien varios miradores en puntos de belleza sin igual del litoral, donde se pueden observar con mucho detalle, los accidentes geográficos que el océano ha esculpido en la roca, creando playas hermosas y acantilados desafiantes. Las costas de mi país tienen la peculiaridad de estar sobre la unión de las placas geológicas de cocos y la del Caribe, y el constante movimiento de estas, han formado playas espectaculares y una cordillera que está literalmente al pié del océano. Este capricho de la naturaleza, da esa personalidad sinuosa a la vía, la cual tiene 5 túneles los cuales están a escasos metros de la costa, los cuales fueron esculpidos en la roca sólida y que son una experiencia sin rival en mi tierra. Un claro ejemplo de esta curiosidad, la presenta el túnel número 4, el cual realmente puede observarse desde uno de los miradores. El viajante queda atónito al ver que dicha obra está al borde del océano, un espectáculo digno de detenerse a contemplar y disfrutar. Al salir del último túnel, se acaba también el recorrido sinuoso y poco a poco la CA-2 se va alejando de la costa, se vuelve recta y menos peligrosa. En este punto la carretera llega a alejarse del mar hasta unos 6 kilómetros. Minutos luego, el paisaje cambió drásticamente, cambiando el aroma y la vista de la costa por pastizales, cañales y fincas. Frondosos Arboles adornan también el paisaje dando una sombra perfecta a la calzada, pues el sol de medio día hace estragos en la vista del conductor. Poco a poco, la ruta se volvió más transitada, y tras media hora de viaje entroncamos con otra vía, la cual nos conduciría a nuestro próximo destino: El puerto de Acajutla. Este es hasta nuestros días el punto de conexión marítima de El Salvador con el mundo. Anualmente recibe miles de toneladas métricas de productos de todos los rincones del mundo y envía cierta cantidad anual, la cual se resume en productos procedentes de la maquila de ropa, productos procesados, café, azúcar, y otra variedad de productos. Pronto, este legendario puerto será superado por el mega puerto de Cutuco, en La Unión, donde el gobierno pretende establecer un centro logístico regional. Acajutla tiene una inmensa planta de refinación de crudo, para abastecer la demanda local de hidrocarburos, y en los últimos años, varios cruceros internacionales se han detenido aquí con gentes de todos los rincones de la tierra para observar las bellezas que mi país tiene. Llegamos a la ciudad de Acajutla y luego de unas vueltas llegamos al muelle artesanal, único lugar que puede ser visitado sin tanto trámite. Desde allí se observan los buques cargueros, los tanqueros que traen petróleo y las grúas que cargan y descargan contenedores de los barcos. En el muelle artesanal, donde los pescadores descargan la pesca diaria, hay un hermoso mirador plantado sobre un malecón desde donde se puede observar el tránsito de las naves y las operaciones del puerto, así como algunas vistas de la ciudad de Acajutla. Dejamos el puerto a media tarde, buscando la ciudad de Sonsonate, a diez minutos del puerto, lugar donde almorzamos en el Señor Pollo, una tradición en Sonsonate y descansamos un momento previo al viaje a San Salvador, un viaje tranquilo en una ruta llena de paisajes, con cañales que susurran y las hermosas vistas del Izalco, mi volcán favorito.

Este viaje, lleno de mar, sol e incontables paisajes ha sido una aventura única en su genero, agradezco como siempre a Verónica por compartir sus locuras conmigo, y a la Tía Antonia, por dejarse cuidar por mi persona y dejarse llevar por El Chucho. Dejo una galería completa de imágenes, las cuales pueden degustar en mi álbum de Picasa dedicado a este viaje.

domingo, 13 de enero de 2008

Transporte VIP: Señorita, su carruaje está listo!

Sábado 12 de Enero de 2007.

Para todo cochero, su coche es su mayor orgullo, máxime cuando se trata de un coche VIP en el cual se conducen las princesas de Cuentos de Hadas, Películas taquilleras y estrellas del Jet-Set de aquel lugar llamado "Nunca Jamás", donde todos los sueños se vuelven realidad.

Este día, el chucho se convirtió en un lujoso coche de Cuento de Hadas, en el cual se transportó la princesa Capulla, quien se convirtió en la primera princesa VIP en confiarse a mis manos para ir al baile de gala al que fue invitada. El Chucho se vistió con sus mejores galas, y como siempre se encargó de llevar y traer a tan distinguida celebridad, quien asistió a la gala con el glamour de una Princesa y premió la confianza depositada en el coche y su cochero cayendo en los brazos de Morfeo en el recorrido a su castillo luego de la velada.

Dejo una breve muestra de lo acontecido en gala de los 15 años a los que fuimos invitados, sin antes agradecer a Lucía y claro a la Princesa Capulla, Maya, a quienes regalo esta nota.




jueves, 10 de enero de 2008

Teotepeque: Cuando el trabajo se vuelve placer

Martes 23 de Enero, 2007.

El Chucho tiene varias facetas en su vida perruna, la básica es ser útil, y entre otras, servir de medio de transporte, de oficina satélite, de comedor, de cuarto de confesiones, nido de amor, y obviamente, de vehículo de reparto. Gracias a esta última faceta hemos recorrido juntos muchos de nuestros kilómetros.

Enero se estaba acabando y cierta mañana me encomendaron realizar un viaje para entregar una computadora de las que reparamos en el laboratorio de la empresa para la que laboro. Jamás imaginé que ese viaje iba a ser tan bueno, al grado de poder decir que el trabajo se convierte en placer, de hecho fue un lema durante mis viajes por trabajo abordo del Chucho durante 2007.

A una hora de viaje desde San Salvador, en la cima de la Cordillera del Bálsamo, se halla la apacible ciudad de Teotepeque, cuna del Mártir Farabundo Martí, símbolo de las luchas anti proletaristas de las primeras décadas del siglo XX Salvadoreño e icono innegable de izquierda política Salvadoreña. Teotepeque, que en Nahuatl, lengua de nuestros antepasados, significa "Cerro de Dios", es un pueblito tímido en medio de los cerros y lejos de todo ruido y contaminación, un pueblito de calles angostas con gallinas y patos correteando sobre ellas. El viaje hacia este lugar es todo un espectáculo ya que la mejor ruta hacia la ciudad es bajar desde la capital hasta la costa, hasta el Puerto de La Libertad y luego recorrer buen tramo de la hermosa carretera del Litoral, bordeando la costa, atravesando túneles y disfrutando del salino paisaje del Pacífico Salvadoreño. Luego de un breve ascenso de 12 Kms, se deja ver el pueblo, donde la gente se asoma a las calles al ver llegar un vehículo que no es del pueblo y saludan al piloto a medida que éste busca su destino entre las callecitas de adoquín y piedra y entre las casas de madera típicas de la zona.

Dado que mi trabajo es viajar llegar, entregar y regresar; luego de finalizar mis labores, me disuse tomar un breve descanso en el parque central previo a mi regreso a la capital. Como todo buen pueblo Guanaco, el parque, la alcaldía y la iglesia están en armoniosa continuidad; frente al parque también se halla la casa donde el Mártir de la revolución Salvadoreña vio la luz por primera vez. En el frente de la casa, hay un busto que homenajea el lugar y lo vuelve un punto especial para aquellos que llevamos el sueño idealista en la sangre.

El retorno a la ciudad no fue menos impresionante que el viaje de ida, una calle con muchas curvas y con muchos paisajes. Personalmente disfruto esta faceta de mi vida y de mi trabajo, pues me permite experimentar muchas sensaciones, conocer lugares que solo en los mapas los había visto y sobre todo, junto al Chucho, hallarle placer y un sabor menos tenso al trabajo.

lunes, 7 de enero de 2008

El Chucho Herido (A veces es malo enamorarse)

Jueves 29 de Marzo, 2007.

Una de las experiencias más raras que me han sucedido ha sido la del accidente doble que sufrí a finales de marzo de 2007. Quizás se deba a que me sentía enamorado, a que estaba a full con el estrés laboral, o que simplemente andaba felizmente en las nubes por los sucesos que me pasaron en esos días que me accidenté con el Chucho y me ensarté un desarmador en el dedo anular derecho; todo eso en menos de dos horas.

Ese jueves, típico de marzo, soleado, caliente y para variar lleno de estrés, me dirigía desde mi escritorio hasta la bodega donde laboro. Previo al viaje, mi jefe me había hablado de un posible bono por mi labor al final del proyecto que estoy administrando. Además me hallaba muy alegre por ciertas nociones de amor y cariño que me regalaron ciertas manos y un granito de café días atrás. También me afectaba de cierta forma el estrés del trabajo y otras cosas cotidianas de mi vida. Todo eso infundió para que me sintiera como en las nubes con una alegría muy grande y con ganas de regalarle un poco a la gente.

Bien, llegué a la bodega como suelo hacerlo, y los custodios del inmueble no me dejaron parquear al Chucho donde suelo hacerlo. Me tocó parquearlo cerca de un furgón que estaba estacionado cerca de la rampa de acceso a la bodega. Casualmente, días atrás, se me había quebrado el espejo retrovisor del lado izquierdo y no había podido llevar el carro a que le pusieran otro; muy despacio, llevaba el carrito de reversa para colocarme contiguo a la rastra, con el espejo roto tenía mala vista del camino y no pude ver un promontorio de ripio a mi izquierda. Por prestarle atención al ripio, no observé a tiempo cuando el vidrio trasero impactó con la rastra.

Me dio risa, pues el golpe no fue fuerte, iba muy despacio, pero la presión fue suficiente para que el vidrio se rompiera y quedara inservible. -Ni modo, algo debía. Con la pasada del vidrio y la búsqueda de un reemplazo en mente, subí a la bodega a atender mis obligaciones. Teníamos que abrir una caja con mi auxiliar y con los nervios un poco flojos no me fijé en que momento el desarmador se soltó del seguro que estaba tratando de romper y por la fuerza que le estaba haciendo, se me regresó para ensartarse en mi dedo anular derecho. Mauricio, mi auxiliar tomó el vehículo de la empresa y me llevó como un bólido al hospital donde una atenta y hermosa doctora me suturó el dedo, dejándome dos hermosas puntadas, recuerdo del día que el chucho quedó herido al igual que su dueño.

Al siguiente día llevé a mi amigo a que le pusieran un nuevo parabrisas y claro, un nuevo espejo lateral izquierdo.

De ese suceso doblemente trágico pero divertido, me quedó una buena moraleja. No te enamores ni te ilusiones cuando tu carro no tiene bien un espejo.

domingo, 6 de enero de 2008

Un Viaje Entre Cafetales y Montañas

Domingo 25 de Marzo, 2007

Con muchas ganas de quitarme el estrés, quemar gasolina y respirar aire puro, preparé anoche a mi querido Chuchomóvil para que me llevara por las hermosas rutas del occidente de mi país. Esta mañana pasé a recoger a mi amiga Anita, a quien le había prometido un viaje que le refrescara el alma y le estremeciera los sentidos. Fue así que tomamos carretera rumbo a Santa Ana, en un viaje que prometía estar a la altura de una crónica como esta.

Hasta Santa Ana todo era conocido para mi co-piloto, quien iba muy animada por los paisajes y la música que llevábamos para el viaje. Luego de descansar unos minutos en El Congo y pasar Santa Ana, me desvié de la Panamericana, y al tomar la ruta de Los Naranjos, le digo a mi compañera, -baja el vidrio y prepárate para una experiencia única en su género. Abre ojos, nariz y luego el gusto y disfruta del viaje.

Mientras ascendíamos por la ruta con rumbo a Los Naranjos, el clima se tornó más fresco y la carretera se prestaba para conducirla con una sonrisa en el rostro. Entre flores, árboles y gente a las orillas de la calzada, llegamos al primer punto de interés del viaje. Me detuve frente al parque del municipio de Los Naranjos para sentir el aroma de la montaña y deleitar la vista con los paisajes de los cerros adyacentes. Mercy asombrada por la belleza y la humildad del lugar, me dice, "Uno realmente no necesita salir de este país para ver cosas tan lindas" Minutos más tarde, estábamos en ruta de nuevo, buscando mi segundo punto de interés de la ruta, que por cierto, era una especie de sorpresa para mi acompañante, a quien solo le dije que se preparara para un viaje sensorial. Llegamos a la Cooperativa San José de La Majada, en las cercanías de Juayúa. Dado que nos movíamos en la zona de cultivo de los mejores cafés del país, era obvio detenerse a conocer un poco sobre la historia y por que nó, deleitarnos con una necesaria tacita de café. Cabe aclarar, que el mentado Museo del Café no es la gran cosa, pero, para mi propia sorpresa, en ese lugar me tomé la mejor taza de café de mi vida, y no es tanto por el sabor o la calidad del café mismo, más bien por el concepto que la gente de la Cooperativa le ha dado a su oasis de relax: llegas al lugar, pides tu café "Majada", y te lo llevan a un jardín lleno de pinos, y otros árboles, bajo cual sombra han dispuesto mesas de madera y hamacas para que los visitantes disfruten del clima templado del lugar y escuchen el susurro de los pinos mientras degustan una humeante taza de café. Nos acomodamos en una mesa, y nos llevaron el café. He de decir que la mezcla del café, el clima, el bosque, un cigarrito y obviamente la compañía, fue perfecta. Esa gente se ha lucido con ese concepto tan relax, que invita a quedarse allí oyendo el canto de los pinos, los pajaritos, sintiendo el aire fresco entrar en los pulmones mientras se disfruta del café y la compañía.

Desgraciadamente, había que seguir la ruta, llegando al medio día a la hermosa ciudad de Juayúa, donde los nacionales saben se desarrolla el festival gastronómico de la ciudad cada fin de semana. Allí, los pobladores hacen de su mejor esfuerzo por servir al local y al foráneo una cálida variedad de comidas y bebidas, así como algunas diversiones que incluyen paseos en caballos o burritos, carruajes y un trencito que te lleva por el pueblo. Entramos a la iglesia de Santa Lucía, donde se venera al Cristo Negro de Esquipulas, acto seguido, nos dimos un tour por el centro de la ciudad y luego de buscar donde sentarnos, dispusimos almorzar. En mis anteriores viajes a esta ciudad, me he dado a la tarea de apadrinarle el almuerzo a un chucho del pueblo. Esta vez, un singular cuadrúpedo se nos pegó y con mucha paciencia esperó y esperó hasta que nosotros terminamos nuestra comida. Al final el perrillo obtuvo su platada de sobras y se ganó la foto del viaje.

Más tarde, luego de la digestión, tomamos carretera otra vez, esta vez, con rumbo a Apaneca, por la ruta de las flores, la cual nos tenía una hermosa sorpresa en su recorrido. Entre las ciudades de Juayúa y Apaneca, el Ministerio de Turismo ha construido un mirador con vista a los imponentes volcanes y montañas de la sierra Apaneca-Ilamatepec. Desde ese punto a unos 1600 m.s.n.m. la vista se deleita con el paisaje único de los volcanes, los cafetales y los beneficios cuyos techos rojos contrastan con el verde intenso del bosque. Apaneca no lo visitamos, es un pretexto para volver otro día y lo pasamos de largo. minutos luego, estábamos ya de regreso pasando por la ciudad de Ahuachapán y luego de un descanso en Chalchuapa, nos regresamos llenos de indescriptibles sensaciones a la capital.

Terminamos nuestro "journey" viendo el atardecer en Santa Elena, en el punto de encuentro del parquecito de Madreselva, momento para estirar las patas y darle un último vistazo -desde lejos- a mis queridos volcanes, una de las más hermosas y mágicas zonas de este mi adorado terruño.