Domingo 25 de Enero, 2009.-
Muchas cosas en la vida son el fruto de la planificación detallada, la cual en el caso relevante a este blog y sus viajes incluye, trazado de rutas, cálculo del consumo de combustible, cálculo de tiempos de viaje, y otro sinfín de detalles que pueden ir desde cuantas baterías debo poner a cargar la noche previa a un paseo, o cuantos litros de agua debo llevar para aplacar la necesaria sed que mi cuerpo siente mientras viajo y la obvia selección musical que ameniza nuestras travesías. Esta vez, fue todo lo contrario y gracias a la dichosa improvisación, el Chucho, junto a mi querida Irene y este servidor, nos dimos un paseo relajante, lleno de naranja, historia, paisaje, relax, salitre y una grata experiencia durante un paseo que sin ser planeado, llenó nuestras expectativas, nos regaló un hermoso atardecer y nos dejó la experiencia de conocer una nueva ruta de nuestro país, una de las rutas más hermosas que he recorrido hasta el día de hoy a bordo del mimado Bólido Canino. Dressed by the Orange Sun, es uno de esos post que dan ganas de escribirlo, tanto por la singularidad de sus paisajes, por la novedad, la improvisación y sobre todo, por la grata compañía de mi adorada Irene, quien me inspiró a seguir a mi corazón y tomar su mano durante este viaje.
Sin rumbo fijo tomamos camino a media tarde, y mientras nos conducíamos por las calles del sur de la capital, ella dulcemente me pregunta: -¿y qué vamos a hacer hoy? Sin dudarlo dos veces, se me metió en la cabeza la ruta que de San Salvador te lleva hasta la costa, pasando por los Planes de Renderos, Panchimalco, Rosario de Mora y que finaliza cerca de la playa de San Diego en La Libertad. Con esa idea sacada de la manga, le dije a mi compañera de viaje: -Por qué no vamos a Panchimalco, vamos a tomarle unas fotos a la iglesia colonial y caminamos un poco por el pueblo. Ella asentó contenta, y aunque para ambos, los caminos de la vida ya nos han llevado a dicha ciudad, la emoción en la cara de mi acompañante, me motivó a rodar la carretera hacia los Planes.
La ruta, a la cual he bautizado con homores como Ruta del Atardecer; inicia en San Salvador, desde donde, con rumbo sur, iniciamos el ascenso de 11 kilómetros hasta Los Planes de Renderos, cuyo atractivo turístico es el concurrido Parque Balboa, sitio lleno de verde, donde las familias disfrutan de una tarde llena de alegría, así como La Puerta del Diablo, formación rocosa ubicada a 2 Km al sur del casco urbano de Los Planes y de alta afluencia de visitantes, que disfrutan de una escalda simple que tiene como premio hermosas vistas de la franja costera, de los volcanes de San Salvador, San Vicente, del lago de Ilopango y de la ciudad de Panchimalco. A este punto llegamos, como parada obligatoria, para degustar un sabroso atol de elote, una de nuestras bebidas típicas a base de maíz, y que al igual que otras delicias derivadas de esta singular semilla, son parte del atractivo de este lugar. Tras saciar el capricho del atol, continuamos nuestro viaje retornando a Los Planes para luego descender hasta Panchimalco, ciudad que atesora uno de las más hermosas estructuras coloniales de este terruño. En el corazón de esta tímida ciudad, se ubica la iglesia de La Santa Cruz de Roma, la cual fue construída al rededor del año 1730. De un barroco Colonial estilo Antigua, esta construcción, su altar y sus 16 columnas de bálsamo, constituyen una de las edificaciones más antiguas del país, patrimonio nacional y orgullo de sus habitantes. Desgraciadamente, las tareas de conservación se han visto mermadas por los altos costos y por el poco interés por parte de las autoridades, quienes literalmente tienen en abandono a esta joya histórica de nuestra arquitectura. Otro de los problemas que ha sufrido esta hermosa iglesia y su Díocesis, es el abuso y la profanación, ya que en muchas oportunidades ha sido víctima de saqueos, los cuales han dejado mutilada a esta singular iglesia. Recuerdo que hace algunos años, leí en un periódico una noticia en la cual se comentaba sobre un saqueo en el cual los hampones se habían llevado un cáliz antiguo de oro y otros utensilios usados durante la liturgia, todos de un valor incalculable. Entramos por un momento a la iglesia para escuchar la misa y apreciar los detalles del interior de la iglesia. Decidí no tomar fotografías del interior por respeto a la casa de Dios, pero me hallé este post del Blog de Hunnapuh que complementa mi visita a esta hermosa iglesia, la cual todos, locales y foráneos estamos obligados a visitar, y claro, valorar y cuidar.
Tras nuestra visita a la iglesia, rondamos las calles empedradas del pueblo, para luego volver al sitio donde habíamos dejado estacionado al Bólido Canino. Luego de ver la hora, decidí tomar el mapa de a bordo y hacerle saber a mi querida Irene mis intenciones de llevarla por la ruta que sigue desde Panchimalco hasta la costa. Revisamos el mapa, y tras coincidir en que esa ruta era nueva para ambos, con una sonrisa en nuestros rostros abandonamos la ciudad de "Las Panchitas" para recorrer la ruta, que pasando por la pequeña ciudad de Rosario de Mora, el municipio más al sur de San Salvador, nos llevaría al encuentro de la Litoral CA2. Unos kilómetros luego de Rosario, se encuentra en cantón Palo Grande, en esta zona, mi gran amigo Nelson, oriundo de Los Planes, me comentó en aquellos años de colegio, que había un tramo de la carretera, que literalmente cruza entre dos barrancos, y desde allí puede observarse la costa y si se viaja en la tarde, pueden observarse preciosas puestas de sol. Retomando este viejo recuerdo, mientras viajábamos, observé dicho paisaje y nos detuvimos a contemplarlo. Sinceramente, la quietud del lugar, y la singularidad del hermoso atardecer, nos forzaron a bajarnos del carrito y deleitarnos con el precioso naranja del atardecer, matizado con la franja costera del litoral Salvadoreño. Simplemente sublime espectáculo digno de apreciarse y disfrutarse de la mano de alguien valioso. Tras perder el aliento por unos minutos mientras nos deleitábamos con el espectáculo ofrecido por el Astro Rey, seguimos nuestra ruta, hasta empalmar nuestro camino con la carretera del Litoral, donde, a sugerencia atinada de mi compañera, orientamos nuestras narices hasta la ciudad Puerto de La Libertad, para seguir deleitándonos con el espectacular atardecer que nos regaló el Sol en compañía del respetable Océano Pacífico. Aquí, desde el famoso muey del puerto, contemplamos la despedida diaria del sol, quien vanidoso, nos obsequió sus mejores luces, en una férrea competencia con el inmenso mar, sin saber que ambos nos deleitaron con el atardecer más hermoso que he disfrutado en mi vida.
Tras las últimas luces, emprendimos el retorno a la capital, con un sentimiento de paz sin comparación, con una alegría inmensa, y con una carita de felicidad en ambos, la cual solamente se nos borraba un poco del rostro al comentar sobre lo poco que dura el tiempo cuando la vida te regala mágicos momentos como este. Como siempre, quiero agradecer a mi Preciosa Irene por tomar mi mano y dejarse consentir por este servidor que la adora mucho, y claro, por ser parte de este mágico atardecer lleno de Naranja...
Dejo un par de imágenes de este singular paseo... Dressed by the Orange Sun!